Ella salía a vender, se dedicaba, Despertaba antes que el sol; se lavaba la cara. Tendría cinco años, tal vez siete, Ayudar a su madre era su único juguete.
El cielo lleno de estrellas la dormía, La tierra la despertaba y comenzaba otra vez A repartir sonrisas en el semáforo de la esquina.
Aún no sabía leer, sólo miraba Las fotografías y se imaginaba el resto. Y aunque los rayos del sol la castigaban, Sus mismos periódicos le servían de techo.
El cielo lleno de estrellas la dormía, La tierra la despertaba y comenzaba otra vez A repartir sonrisas en el semáforo de la esquina.
Y yo que corría detrás de “Lo Importante” Me topé con el muro de piedra de mi triste verdad Al ver esa sonrisa en el semáforo de la esquina.